Por supuesto no pasó ninguna hasta dentro de media hora cuando, ya media fatigada por el sol creí ver una a lo lejos una con su maltrecho letrero azul. Casi-felicidad. Cuando me subí fui empujando con total desfachatez a cualquier prepúber que se interpusiera entre el deseado asiento y yo mientras el amargado señor micrero comenzaba su recorrido. Y fue ahí cuando entonces me di cuenta de el error. El recorrido no era el mismo que yo conocía, "Ah, quizás hará el recorrido por otro lado... ¿o no?" pensé pero no, resulta que luego caí que fue mi error al confundir los letreros de la C por la 6.
Igual fue lindo, estuve más de una hora mirando por la ventana esperando a que ningún flaite subiera a la micro mientras pasaba por los sectores más, por así decirlo, peligrosos. Después de todo, tampoco tenía algo muy interesante qué hacer y al menos mañana podría llegar contando que superé el colmo de mi propia estupidez y de ser despistada.