lunes, 28 de noviembre de 2011

Arriendo

Vivían en esos departamentos fabricados por el gobierno, esos de mediano costo y de subsidio no tan suicida; los mismos que parecen cometer simbiosis debido a la cercanía peligrosa que tienen, tanta que no era una exageración decir que se escuchaba hasta el ruido que hacían los del 409 cuando rompían el envoltorio de un condón. Tampoco es que la pareja del 410 se hiciera tanto problema, ya que se acostumbraron a ser testigos eróticos silenciosos de los de al lado.

El problema comenzó a repercutir en los moradores del 409, que se daban por enterado de cada problema que tenían los otros, tanto así que al poco tiempo comenzaron a asimilar los problemas de los vecinos como los suyos. Al principio lo veían con la gracia de que era como una teleserie en vivo, hasta que esto comenzó a arruinar su vida en la cama provocando que cada vez el sonido de los preservativos rasgados, el de las patas del catre frotándose contra el piso de madera y los gemidos equinos de los jóvenes, se hicieran menos frecuentes hasta su súbito cesar.


sábado, 23 de abril de 2011

No quiero más mambo hanarkista

No sé con qué intención güeona fuimos a la casa del tipo ese que te gustaba. La verdad es que yo no entendía, nunca fui buena para entender las segundas intenciones de la gente o cuando alguien te guiña el ojo con sugerencia de una falsa complicidad, entre otras cosas. Dejando aparte toda esa maraña de hipótesis, mientras caminábamos de noche por alguna calle que en mi vida había estado, decidí comenzar a escuchar las conversaciones idiotas que mantenían los dos tipos que iban con mi amiga, yo y otro amigo que tenemos en común

-Oye, ¿No te sentís como protegida caminando con estos locos?

Y entonces me di cuenta que los tipos realmente pertenecían a una de esas tribus urbanas rudas, que luchaban contra el sistema y se peinan raro. No había caído en cuenta de lo realmente poco observadora que podía llegar a ser; entretanto que iba pensando en eso y en lo otro, llegamos a la casa del tipo que era pelado y usaba bototos.

El ambiente de por si me cargó. Sin saber como, me quedé con mi amigo bastante ebrio y con el otro punk-rancid-rudo-ebrio. Yo, sobria, no sabía como manejar exactamente la situación; Por un lado tenía a mi amigo ebrio queriendo tomar agua, dirigiéndose dificultosamente al lavabo. Con la latente posibilidad que cayera y se desnucara comencé a ayudarlo y aunque, sin ánimos de quedar como una mala persona, mi insistente ayuda al ebrio era en parte un justificativo para zafarme de otra situación poco provechosa: El punk que estaba en la sala con nosotros me estaba fastidiando. No solo insinuaba cosas típicas de un macho canchero perrín zorrón, sino que también atentaba contra mi poca paciencia al tratar de oler con insistencia mi cabello. En eso mi amigo ebrio, se acerca al oído y me comenta algo que me calmó.

-Oye, si los tipos como él no se bañan, por eso tanto enigma le causa el olor de tu pelo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Lo más difícil son los títulos.

Un miércoles cualquiera. No había hecho educación física excusándome con un dolor de estomago, mi mejor amigo no quiso irse conmigo en la micro y además estaba mareada con pensamientos pendejos post-decepción amorosa. Al fin y al cabo era un día mierda dentro de otro mes mierda en la vida de una güeona mierda pero sin ánimos de dejar de lado la mierda, había decidido irme temprano a casa así que apresuré el paso lo más posible al paradero cruzando los dedos para encontrar una de las escasas y casi siempre repletas C.

Por supuesto no pasó ninguna hasta dentro de media hora cuando, ya media fatigada por el sol creí ver una a lo lejos una con su maltrecho letrero azul. Casi-felicidad. Cuando me subí fui empujando con total desfachatez a cualquier prepúber que se interpusiera entre el deseado asiento y yo mientras el amargado señor micrero comenzaba su recorrido. Y fue ahí cuando entonces me di cuenta de el error. El recorrido no era el mismo que yo conocía, "Ah, quizás hará el recorrido por otro lado... ¿o no?" pensé pero no, resulta que luego caí que fue mi error al confundir los letreros de la C por la 6.

Igual fue lindo, estuve más de una hora mirando por la ventana esperando a que ningún flaite subiera a la micro mientras pasaba por los sectores más, por así decirlo, peligrosos. Después de todo, tampoco tenía algo muy interesante qué hacer y al menos mañana podría llegar contando que superé el colmo de mi propia estupidez y de ser despistada.