lunes, 28 de noviembre de 2011

Arriendo

Vivían en esos departamentos fabricados por el gobierno, esos de mediano costo y de subsidio no tan suicida; los mismos que parecen cometer simbiosis debido a la cercanía peligrosa que tienen, tanta que no era una exageración decir que se escuchaba hasta el ruido que hacían los del 409 cuando rompían el envoltorio de un condón. Tampoco es que la pareja del 410 se hiciera tanto problema, ya que se acostumbraron a ser testigos eróticos silenciosos de los de al lado.

El problema comenzó a repercutir en los moradores del 409, que se daban por enterado de cada problema que tenían los otros, tanto así que al poco tiempo comenzaron a asimilar los problemas de los vecinos como los suyos. Al principio lo veían con la gracia de que era como una teleserie en vivo, hasta que esto comenzó a arruinar su vida en la cama provocando que cada vez el sonido de los preservativos rasgados, el de las patas del catre frotándose contra el piso de madera y los gemidos equinos de los jóvenes, se hicieran menos frecuentes hasta su súbito cesar.


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