El problema comenzó a repercutir en los moradores del 409, que se daban por enterado de cada problema que tenían los otros, tanto así que al poco tiempo comenzaron a asimilar los problemas de los vecinos como los suyos. Al principio lo veían con la gracia de que era como una teleserie en vivo, hasta que esto comenzó a arruinar su vida en la cama provocando que cada vez el sonido de los preservativos rasgados, el de las patas del catre frotándose contra el piso de madera y los gemidos equinos de los jóvenes, se hicieran menos frecuentes hasta su súbito cesar.
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